En medio de la crisis de un sistema estructural, que arroja cientos de muertes violentas, desempleo, desplazamientos forzados, pérdida del sentido de la vida y del territorio, entre otros, y en el que México revela su gran subdesarrollo y desigualdad, encontramos a una infinidad de mujeres al frente de los hogares, escuelas, mercados, clínicas, etc., defendiendo la vida.
Situación que también se recrea al interior de las comunidades indígenas, con su propio matiz, que va mas allá de enfrentar un sistema patriarcal de subordinación y exclusión, ya que, en nuestro país, una gran cantidad de comunidades indígenas son el foco de atracción de las grandes empresas nacionales e internacionales que miran los bienes naturales de la comunidad como una oportunidad para el saqueo y comercialización de los mismos, sin importar lo que suceda con la población.
Es, precisamente, en éste espacio, el de la vida comunal, de organización y de toma de decisiones, en donde muchas mujeres indígenas se involucran y participan para la defensa del agua, los bosques, la tierra y el territorio, con el fin de fortalecer la resistencia y el sostenimiento de la vida misma para el pueblo, la familia y las hijas e hijos.
Sin embargo, la situación y la condición de la mujer al interior de la vida comunitaria enfrenta varios desafíos y limitaciones que hacen más compleja y riesgosa su participación en la defensa del territorio, pues sus aportes no son siempre bien recibidos al interior de la comunidad ya que rompen con los esquemas comunitarios tradicionales que cuestionan su participación política y social.
Bajo el principio de que la «defensa del territorio es la defensa de la vida» se entiende el porqué es necesario y fundamental proteger las tierras y los bienes naturales como el agua, los bosques, las plantas medicinales y de alimento.
Sin embargo, realizar esta actividad del cuidado de la vida se vuelve cada vez más riesgosa para las defensoras y defensores del territorio debido a las amenazas y ataques, el acoso, la violencia física, la criminalización, la detención arbitraria y hasta la muerte, amenazas que implican un doble riesgo para las mujeres debido a su actividad como defensoras y por ser mujeres. El acoso, las descalificación y difamación pública son generalmente el inicio de una serie de violencias psicológicas, físicas y sexuales, además de las amenazas contra sus hijos e hijas.
Es por ello que vemos necesario crear un segundo encuentro para mujeres jóvenes «defensora del territorio», en el que se aborde el tema de la defensa del territorio a partir del espacio comunal donde se recrea la vida de la comunidad y desde la corporalidad de mujer como el primer espacio donde se siente y experimenta la vida.
La intención es abrir un espacio, seguro y de confianza para encontrarnos y dialogar, desde el sentir y pensar de las mujeres indígenas, donde a través del compartir entre las jóvenes y las abuelas se detonen ciertas preguntas y posibles respuestas, ayudándonos a sentirnos escuchadas, entendidas, acompañadas y haciendo propuestas para desarrollar, de manera creativa, la capacidad de resistencia y fortaleza (resiliencia) ante los graves vacíos del sistema patriarcal y extractivista.
Diálogos que pongan en la mesa, la estructura comunal-social desde nuestro sentir y pensar, ubicando las situaciones que nos causan gozo o dolor, fortaleza o debilidad y que lleven a fortalecer las propuestas personales, familiares y comunales en la defensa del territorio.